*Miranda Ordóñez.
Licenciatura en Derecho (UVM). Licenciatura en Idiomas (UNIMEX).
Escritora mexicana. Un amor a través del tiempo, Endira 2013. Cuenta con publicaciones a nivel nacional e internacional. Conferenciante, "El arte de escribir".
Oradora y polemista. Miembro activo del "Grupo Fénix de Veracruz A.C", promotores de cultura.
Secretaria de la Mesa Directiva del XII Parlamento de la Juventud del Estado de Veracruz (2016-2017).
Comienzo esta entrada en mi blog advirtiendo que no tengo una maestría en la máxima casa de estudios del país y mucho menos una estancia en Harvard University u Oxford. Soy una joven escritora mexicana que ha participado en distintos foros juveniles buscando el fomento de la democracia y la participación ciudadana, desde el ejercicio del debate político y la oratoria. Tengo la fortuna de contar el reconocimiento, cariño y respeto de varios sectores de la sociedad, y haciendo uso de los mismos alzaré la voz en apoyo al amor.
Muchos van a juzgarme, otros van a aplaudirme. No importa, no lo hago para cambiar la mente de los que no quieren escuchar, tampoco lo hago para recibir elogios; lo hago en apoyo a todos aquellos que practican el amor día a día sin importar lo que la sociedad diga, y no, no me refiero solamente a las parejas homosexuales, sino a las madres solteras, a los padres solteros, a las viudas y viudos, a los divorciados que se han quedado con la guarda y custodia de los menores hijos. Al anciano olvidado en un asilo que aún sonríe recordando momentos pasados, y al que se sienta en el malecón a dar de comer a las palomas. Al vagabundo que abraza a un perro tan errante como él como si se tratara de un cachorro con más pedigrí que cualquier otro, que lo abraza como lo que es: su mejor amigo, más que un hermano, su familia.
Y hablando de amigos. Se dice que los amigos son
la familia que uno escoge, partiendo de tan afamada frase entre chicos y
grandes, hagamos la siguiente pregunta:
¿Qué es
la familia?
Familia no es más que el vínculo sanguíneo que se comparte con
ciertas personas, a quienes por largos años y de acuerdo al idioma del lugar
donde el ser humano nazca o se desarrolle se le ha enseñado a llamar padre,
madre, hermana, hermano, etc.
Me llama la atención que
quienes marchan a favor de la familia
lo hagan tomando únicamente en cuenta una figura casi inexistente en la sociedad actual, la figura que consta de un hombre y una mujer con uno
o dos hijos. No entiendo qué es lo que en realidad pretenden salvar, si a la
familia o al matrimonio, porque no resulta ajeno a toda persona culta que
el índice de matrimonios ha disminuido notablemente en las últimas décadas y el
número de madres solteras no ha hecho más que ir en aumento.
Esto no es
algo nuevo, no se trata de una situación de reciente aparición.
Las madres solteras han
existido a lo largo de la historia, las había abandonadas con una decena de
hijos, y otras con un hombre a su lado que servía únicamente para ser
llamado marido frente a la sociedad,
pues quien se encargaba de los hijos, de llevar dinero o comida a casa era la
mujer.
¿Por qué una mujer no podía
dejar a un marido infiel o violento? ¿Por qué se mantenía callada y completamente abnegada?
No, no era tanto porque la Iglesia no aprobara la
disolución del vínculo matrimonial, sino porque la sociedad no miraba con
buenos ojos que una mujer ocupase el puesto de jefe de familia, y ni pensar en decir "jefa de familia". (¡SACRILEGIO! ¡BLASFEMIA!)
En mi caso, orgullosamente, soy hija de una madre
soltera. Jamás tuve una figura paterna en mi hogar, el hombre al que la
sociedad me obliga a llamar padre engañó a su esposa tanto como le fue posible
burlándose del sagrado vínculo ungido por Dios, y cuando se enteró que mi madre se encontraba embarazada lo negó todo, dio la media vuelta y jamás regresó. No dio la cara, no se hizo cargo de mí. Jamás aceptó frente a sus conocidos que yo era su hija y en 21 años no he cruzado palabra alguna con él.
¿Dónde
está, pues, la figura de familia que estas marchas defienden?
Están a favor de la familia
(su concepto de familia) utópicamente unida, lo que significa que están en contra del
divorcio. Les pregunto, entonces, ¿deben las mujeres soportar a un hombre infiel a su lado? ¿Deben soportar humillaciones y malos tratos? ¿Deben los hombres quedarse
obligadamente junto a una mujer que no aman con tal de que la sociedad esté
contenta?
¿Dónde entra su concepto de familia luego de un divorcio? ¿Dónde
está lo que llaman familia para ellos
en lo que yo tengo en mi casa? Una madre trabajadora que ha sacado adelante a
dos hijos, que a la mayor le paga dos universidades y al menor un excelente
colegio, aunque la casa se esté pagando a crédito y no tengamos un automóvil
propio para movernos. ¿Acaso lo que yo tengo no es una familia?
Lo que defienden no
es a la familia.
Todos tienen un conocido
homosexual y le sonríen o saludan respetando su preferencia, incluso parece
algo bueno mientras no pertenezca a su familia, ¿verdad? Si su mejor amigo de años, casi hermano, les dijera que es homosexual ¿dejarían de quererlo? Si su hija les dijera que es lesbiana, ¿dejaría de ser parte de lo que llaman familia?
Uno de los lemas
publicitarios de las marchas pro familia
es “marchando por la recuperación de los valores”. ¿Debo asumir que mi maestro
homosexual, con nivel doctorado y una especialidad en Alemania, no tiene
valores? ¿Mi amiga lesbiana que cada fin de semana va al centro de adopción de
perros y gatos a dejar comida carece de valores? ¿Debo leer textos que buscan
fortalecer los valores como El príncipe
feliz o El Ruiseñor y la Rosa y tacharlos
de inmorales sólo porque fueron escritos por un homosexual?
Hombres y mujeres
homosexuales han demostrado por siglos a la humanidad tener valores sólidos,
incuso en ocasiones más firmes que los que se hacen llamar heterosexuales.
Hombres y mujeres homosexuales han hecho grandes aportaciones a la humanidad, a la medicina, a la ciencia y tecnología, pero no todos han tenido una vida feliz. La mayoría tuvo que ocultar su
preferencia sexual y amar en secreto a hombres y mujeres que se merecían
caminar a su lado tomados de la mano como cualquier pareja enamorada.
La diferencia entre los
seres humanos y los animales es el uso de la razón, es un hecho científicamente
probado. Esto quiere decir que no se escoge a una pareja o a quien amar por
instinto. Un hombre no se acuesta con otro hombre sólo porque su cuerpo así se
lo indica, y una mujer no se acuesta con otra mujer porque nació programada
para eso. Hombres y mujeres eligen a quien amar porque tanto su lado racional
como el sentimental le llevan a esa persona.
¿Dónde está el crimen? ¿Dónde está
lo imperdonable?
¿Amar a una persona de su
mismo sexo los hace menos humanos que el resto?
Aprobar los matrimonios del
mismo sexo no va a desaparecer los matrimonios heterosexuales, esos ya están
desapareciendo solitos. ¿Se van a disparar, después, los divorcios homosexuales? Por supuesto. Somos humanos y todos tenemos problemas, llegará un momento en
que la relación no dará para más y habrá que disolver el vínculo matrimonial.
Pasa en los matrimonios heterosexuales, no tiene porqué ser diferente en los
matrimonios homosexuales.
¿Acaso el miedo a que las
relaciones heterosexuales desaparezcan para siempre es lo que los lleva a una
posición tan irracional e inhumana?
La re valorización de esa
sociedad poco tiene que ver con las preferencias sexuales o la lucha por los
matrimonios igualitarios.
Yo veo falta de valores en cada nota roja que día a
día muestra el periódico en su primera plana. Veo hombres matando hombres, veo
mujeres siendo secuestradas y violadas. Veo el fortalecimiento del
narcotráfico, robo a mano armada, y niños suicidándose debido al bullying. Todo
esto, en efecto, puede cambiar con una campaña en pro de los valores, no con
marchas en pro de lo que un cúmulo de gente piensa que es la familia.
El año pasado resulté
ganadora de un concurso de oratoria universitario y cerré mi discurso invitando
al público a tomar como máxima la frase célebre de Pitágoras:
"Educad a los niños y no será necesario
castigar a los hombres".
Educarlos, pues, en la tolerancia, en el respeto.
Enseñarles desde pequeños que todos somos diferentes, pero que no por esas
diferencias somos más o menos humanos. Si los niños aprendieran eso entonces no
habría pequeños de pre escolar llamándoles a otros “mariquita” o de primaria
gritando “puto”. Tampoco habría secuestros o violaciones porque aprenderían
que tanto valen los otros humanos como ellos mismos, y que no pueden coartar la
libertad ajena ni jugar con su cuerpo y mucho menos privarlos de la vida.
Recientemente fui electa
Diputada Juvenil por el Distrito de Boca del Río en un certamen a nivel
estatal convocado por la Subsecretaría de la Juventud, y la propuesta que me
hizo merecedora a dicho cargo buscaba la adición de la libertad de preferencia sexual de las y los jóvenes veracruzanos en
la Ley Número 271 de Desarrollo Integral de la Juventud del Estado de Veracruz,
tomando como antecedentes la resolución de la Suprema Corte de Justicia que
declara inconstitucional toda legislación estatal que no permita los
matrimonios igualitarios, la iniciativa presidencial en pro de tales
matrimonios y la Cartilla Nacional por los Derechos Sexuales de las y los
Jóvenes. Lo anterior, buscando proteger a las y los jóvenes violentados por sus
padres simplemente por tener una preferencia sexual distinta a la que la
sociedad toma como correcta, buscando proteger los derechos de los jóvenes
entre 12 y 17 años que valen tanto como los que tienen edades comprendidas
entre los 18 y 29 años, y que se encuentran dentro del rango de edad que el
Instituto Mexicano de la Juventud llama jóvenes.
Lo repito:
No pretendo cambiar mentes,
busco hacer uso de mi derecho constitucional a la libre expresión y dar, a
través de este escrito, mi apoyo a todos aquellos seres humanos, a todos esos
hermanos míos en cada parte del mundo, que han hecho frente al resto mostrando
con orgullo su preferencia sexual. Decirles que tienen todo mi apoyo y cariño,
que no están solos, que son parte de una gran familia llamada humanidad, aunque algunos parezcan
olvidarlo.
Yo, Miranda Ordóñez, estoy a favor del respeto, la tolerancia y el amor.
Yo, Miranda Ordóñez, seguiré escribiendo, seguiré trabajando...
en apoyo al amor.